No me encuentro, desespero
al roce fugaz de tu aleteo
de los temblores, tambores
de las entrañas de mis infiernos.
La luz me corta en pedazos
sombras que ahogan trazos,
de desenlaces raídos,
de tus soles secos y fríos.
No me dejes en silencio.
Entona suspiros, lazos,
murmullos de leña crepitando
con sabores de caramelo.
Que las mariposas refresquen
este aire abochornado
de jardines floridos,
de veladas, juncos olvidados.
Coróname de besos
de lágrimas y deseos,
pues el alma mira y brota
como una rama rota.
Si no fuera por el rubor,
la gloria del tiempo,
por mi raída desazón,
rompería el amor
del licuado desaliento
de este carcelero caparazón.