8 de diciembre de 2013

umbrales




Abre los ojos en la alborada,
en el señorío de los silencios.
Entre los rizos de sus encantos
la primavera rompe aromas de jazmines aburridos

De qué sirve un sol de flores sin cálido aliento,
De qué bebe lo que me arrebata la sed

La tenaz luz atraviesa traviesa los tapices encarnados
desnudando la tibieza de las serranías,
mientras la caricia de un hosco calvario
la proclama pendón de su reino;

Jirón con sabores pastel y vid, castillos de atalayas estrelladas y un coronado león.
Y entonando; gritos de laúd, escarceos de duendes canturreando la melodía del viaje.

El camino deambula por las pedreas de la vida
hasta que se detiene frente al umbral de la morada,
donde el sosiego se ofrece al reposo de las almas marchitas
alejadas de la virtud de las alegrías, de los ojos granados, de los emboques dulzones. 

En ese día caído del tiempo nos encontraremos en el soportal de las gallardías