15 de diciembre de 2009

Jauría en la grada

Hay pocas cosas en el mundo tan ridículas, estúpidas e insustanciales que quizá por ello, casi llegan a sacarme de mis casillas cuando las observo en detalle. Busco las causas, analizo muestras y sorprendido llego a la gran conclusión: somos una fauna que apesta.

Un concepto incuestionable es que las personas nos escondemos detrás de la masa. La cobardía es nuestra seña de identidad. En contrapunto, la valentía e irracionalidad es la bandera de la turba.

Acerquémonos a un campo de fútbol. No hace falta que sea la final de la Champions. Sentémonos en un graderío concurrido, y si es posible, junto a la afición del equipo de casa. La tropa se siente más fuerte en propia plaza.

Escuchemos los cánticos de bienvenida; posiblemente el menos exitoso será el propio himno oficial. Las referencias despectivas al equipo rival llenarán el espacio sonoro.

Empieza la contienda, comienza la vergüenza. Y no, no se trata de llevar en volandas a tu equipo, de lo que se trata es de humillar al adversario. A veces en su conjunto y casi siempre de forma individual.

Detallemos: nos damos de bruces con una familia formada por un matrimonio rondando los cuarenta y cinco acompañado por la madre de él (=suegra de ella) y un hijo de unos 12 años que va perfilando su formación como persona. El árbitro de la contienda, sólo faltaba el picante, es una joven señorita que enjuicia los lances del juego. Partido de la liga española categoría 2ª B.

Empieza el padre: ¡no corras tanto que se te caen al suelo!, ¡mujer tenías que ser!. A todo esto, la mujer y la señora madre ríen las gracias del patriarca. El niño se une a la fiesta y comienza a chillar a coro con su padre: ¡burra, burra!. La madre y la suegra se miran, ríen y corean al tenor. La estrella recorre fulgurante todos los registros hacia el estrellato: ¡en la cocina tendrías que estar!, ¡no pitas, chupas el silbato!...

Qué gran tarde; mi equipo ha ganado pero mi corazón late rabioso. ¿La culpa es del fútbol, un deporte que amo, o es que somos lo que somos?. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que vuelva a pisar una grada?